En el principio era el Verbo

Perfil: galicista confeso, pretencioso, creyente a medias bajo un fuego cruzado entre encadenados terrenos y vendedores al mayoreo de fórmulas mágicas, harto convencido de que los blogs no sirven para casi nada, más allá de remontar la vague snob o de no saber cómo emanciparse del clan de los up-to-date. Porque aún hoy, cuando cualquiera se rompe la camisa y pasa luego por reclamaciones, el tipo sigue absteniéndose de militar en los nuevos conglomerados de carpediemistas cibernéticos. Lo suyo (y lo sabe perfectamente) continúa oscilando en un territorio que va del hastío existencial hasta la censura inexplicable y casi religiosa del suicidio. Y en el medio, en pleno territorio de aburrimientos y renuncias hay siempre una mujer, que bien puede ser una figura o alguien de carne y hueso, en cuyo caso si es generosa de cuerpo como lo son las mujeres en los bajorrelieves hindúes, tanto mejor. ¿Hazañas? Ninguna memorable. ¿Vicios? Su mala memoria no le permite tenerlos. ¿Fetiches? Los payasos rusos, los gatos, los libros, las manos de las mujeres, el mobiliario antiguo. ¿Cosas que aborrece? Las tradiciones, lo convencional, las instituciones, lo orgullosamente kitsch, cualquier indicio de cursilería, la escolástica en su forma más pervertida. ¿Un ideal de vida? Vivir viajando, leyendo y tomando vino (las dos últimas en una hamaca paraguaya, a la sombra de un pino, en pleno verano).
Javier CoutoJavier Couto (Montevideo, 1974) es narrador. En 2010 obtuvo una mención de honor por Voces (cuentos) en el XVII Premio Nacional de Narrativa “Narradores de la Banda Oriental”. Su novela Thot fue finalista del Premio Minotauro 2013 (Editorial Planeta). En 2014 obtuvo una mención de honor con su libro de cuentos Del otro lado, en el Concurso Literario Juan Carlos Onetti 2014 y la primera mención en el Concurso Internacional de cuentos Julio Cortázar.

1 comentario:

Javier Couto dijo...

Curioso, curioso realmente. No me había dado cuenta hasta que Ud. me lo hizo notar. Pero no fui yo; aclaro. Mis rasgos stalinistas se canalizan por otras vías; no por el blog.

Queda la duda de la autocensura, que bien puede ser un signo de inteligencia.