De un fragmento de "Sin los dos" a una canción de Aznavour, pasando por la grisaille tan insistente como este resfrío de mierda que casi no me permite respirar. En la novela, el protagonista tiene una teoría sobre la música y los estados de ánimo, por lo que se arma selecciones musicales con aires de herboristero medieval.
"Si sentía que comenzaba a deambular entre sus estados de ánimo como un sonámbulo, la primera medida era buscar las selecciones adecuadas o crear una nueva. Si alguien, al ritmo de sabidurías encumbradas, aparecía con consejos tales como: pero date tiempo, muchacho; o: querete más, Santiago; o: aireate que te va a hacer bien; él, después de anotar en la libretita negra de interlocutores de cantina y filósofos de bolsillo, arremetía con un experimento que había leído en el tiempo del gofio (es decir cuando iba a la escuela y algunos pocos compañeros todavía comían gofio, una especie de polvo de madera que se imaginaba utilizándolo para disecar cachalotes) sobre unas plantitas a las que se les había puesto Mozart y otras a las que heavy metal. En su síntesis, poco científica por cierto, unas crecieron y las otras se tiraron por el balcón.
Tirarse por el balcón, la idea era tentadora, y quizá por eso, ahora que había vuelto con la taza al dormitorio, miraba de esa manera a la viejita que salía del supermercado, se imaginaba lo que llevaría en la bolsa: las papas para la ensalada rusa, el vino para el marido (un dentista jubilado) y la revista con la programación televisiva, por ejemplo, y se acordaba de un aforismo de Nietzsche que decía algo así como que pensar en el suicidio ayuda a sobrellevar más de una mala noche. Como se sabía, con no poca amargura, autoemancipado del clan de los suicidas («¿Para qué suicidarme si existe Aznavour?», se alentaba de mala manera), se limitaba a terminar el café con leche y comenzaba a reírse porque ver maniobrar a la viejita con las bolsas y ese paraguas desflecado le causaba una tristeza tan irrisoria que habría bajado a ayudarla."
Tirarse por el balcón, la idea era tentadora, y quizá por eso, ahora que había vuelto con la taza al dormitorio, miraba de esa manera a la viejita que salía del supermercado, se imaginaba lo que llevaría en la bolsa: las papas para la ensalada rusa, el vino para el marido (un dentista jubilado) y la revista con la programación televisiva, por ejemplo, y se acordaba de un aforismo de Nietzsche que decía algo así como que pensar en el suicidio ayuda a sobrellevar más de una mala noche. Como se sabía, con no poca amargura, autoemancipado del clan de los suicidas («¿Para qué suicidarme si existe Aznavour?», se alentaba de mala manera), se limitaba a terminar el café con leche y comenzaba a reírse porque ver maniobrar a la viejita con las bolsas y ese paraguas desflecado le causaba una tristeza tan irrisoria que habría bajado a ayudarla."
*
J'avais vingt ans / Mais j'ai perdu mon temps / à faire des folies / qui ne me laissent au fond / rien de vraiment précis / que quelques rides au front / et la peur de l'ennui
Car mes amours sont mortes / avant que d'exister / Mes amis sont partis / et ne reviendront pas / Par ma faute j'ai fait / le vide autour de moi / et j'ai gâché ma vie / et mes jeunes années
Du meilleur et du pire / En jetant le meilleur / j'ai figé mes sourires / et j'ai glacé mes pleurs / Où sont-ils à présent / à présent mes vingt ans?
(Aznavour / Hier encore)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario