Hoy el día se partió en dos. Y para peor fue de la siguiente manera:
Darle vueltas y más vueltas al aforismo del maestro que señala, traducción mediante, que "No el que tú me hayas mentido sino el que yo ya no te crea, eso es lo que me ha hecho estremecer.".
Y luego el momento religioso, recordar todas las veces que quise recluirme, observar voto de silencio por meses innúmeros, una vaga pulsión monástica que me alejara de cualquier bípedo implume y me permitiera contactarme con algo para lo que las perras negras resultan un instrumento y esfuerzo inútiles. Es decir que hubo algo de Ave Mundi Spes Maria y luego, ya en casa y constatando el desorden general, fueron horas y horas del Dies Irae, utilizado de manera genial (cuándo no) por Mozart para su Réquiem (dejando de lado las disquisiciones que involucran a Süssmayr). Del poema, la parte que más quiso que yo le diera entrada fue "Confutatis maledictis, flammis acribus addictis: voca me cum benedictis.". Como los libros de latín de Cicalese fueron tan sólo tímidamente hojeados, me remito, obediente, a una traducción que tengo del poema: Arrojados los malditos, a terribles llamas condenados, acógeme entre los elegidos.
Darle vueltas y más vueltas al aforismo del maestro que señala, traducción mediante, que "No el que tú me hayas mentido sino el que yo ya no te crea, eso es lo que me ha hecho estremecer.".
Y luego el momento religioso, recordar todas las veces que quise recluirme, observar voto de silencio por meses innúmeros, una vaga pulsión monástica que me alejara de cualquier bípedo implume y me permitiera contactarme con algo para lo que las perras negras resultan un instrumento y esfuerzo inútiles. Es decir que hubo algo de Ave Mundi Spes Maria y luego, ya en casa y constatando el desorden general, fueron horas y horas del Dies Irae, utilizado de manera genial (cuándo no) por Mozart para su Réquiem (dejando de lado las disquisiciones que involucran a Süssmayr). Del poema, la parte que más quiso que yo le diera entrada fue "Confutatis maledictis, flammis acribus addictis: voca me cum benedictis.". Como los libros de latín de Cicalese fueron tan sólo tímidamente hojeados, me remito, obediente, a una traducción que tengo del poema: Arrojados los malditos, a terribles llamas condenados, acógeme entre los elegidos.
Un llamado de último momento me recuerda que las máscaras hace un buen rato ya que están de saldo. Y sin embargo, preces meae non sunt dignae: sed tu bonus fac benigne, ne perenni cremer igne.
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