Leonardo

Desde París, Arturito de los tres pelitos me manda un mensaje que me permito transcribir in totum.

“Juancho, amortiguame estas líneas porque no doy más. ¿Alguna vez te acostaste con la esperanza de amanecer muerto? ¿Tuviste ya esa sensación de que cada paso más es un paso menos y que te hundís y no hay vuelta atrás? Un desenlace de arenas movedizas. Previsible. Infame. Imposible de evitar.

Mi casa es casi una volqueta, sucucho perfectamente amigado con la mugre y el desorden. Y más allá, yerma y yerma. Visión del otro. Ninguna esperanza.

Dice mi amigo Gustavo que hay problemas para los que no hay solución posible y cuyo mejor destino es un cajón de escritorio cualquiera. A mí, que de equilibrista y fracasos cuento años, siempre se me ha antojado que su solución no dista mucho de guardar una bomba activada bajo la almohada: bastaría cualquier pesadilla como para que todo vuele a la mierda en pedacitos, considerandos como gamuza e insultos mordidos porque las buenas costumbres y todo eso que nos hace ser tan pero tan queribles claro que sí.

Y así va Gustavo. Nada mal, para serte sincero. Yo, que suelo rumiar lento y darles vueltas y vueltas a las cosas con una obsesividad pegajosa y detestable, desde hace demasiadas semanas ya me encuentro frente a uno de esos problemas, mitad axiológico, mitad sentimental. Y no sé qué hacer.

Las distancias abren espacios y hacen su trabajo de hormiga. La tristeza profunda es imposible de desterrar. Estas son las líneas más sinceras que te haya enviado jamás, flaco, y eso es al mismo tiempo una falencia porque en lo que a mí respecta, y te lo digo con cariño, tu opinión me importa tres carajos. Será que la distancia y el frío me ponen sentimental. Será.

Siguiendo rituales que no entenderías, ayer fui al Louvre. El cuadro que más me gusta de Leonardo es Santa Ana, la Virgen y el Niño con cordero. Hace no mucho soñé que lo tenía en mis manos y lo observaba con una alegría que dudo haber sentido fuera de un sueño. Mirándolo con detenimiento, noté estupefacto que la tela tenía una mancha de tinta china. No muy grande, permitía disfrutar el cuadro casi sin problemas. No tan pequeña, me recordaba a cada maldito instante que la perfección del cuadro estaba malograda. Y en el sueño, todo el tiempo, yo quería pretender que la mancha no importaba. Lo peor de desear algo con ardor es saber desde el vamos que nunca lo vas a lograr. A la alegría le siguió la profunda tristeza, esa imposible de desterrar y para la cual no encuentro cajón alguno, malgré las tácticas de vida de mi amigo Gustavo.

Tristeza infinita de un mono catastrofa: cualquiera que lo haya visto sabe que el cuadro es realmente hermoso.”

Me había olvidado cuánto le gusta Underground. Arturito. ¡Qué nene!
Javier CoutoJavier Couto (Montevideo, 1974) es narrador. En 2010 obtuvo una mención de honor por Voces (cuentos) en el XVII Premio Nacional de Narrativa “Narradores de la Banda Oriental”. Su novela Thot fue finalista del Premio Minotauro 2013 (Editorial Planeta). En 2014 obtuvo una mención de honor con su libro de cuentos Del otro lado, en el Concurso Literario Juan Carlos Onetti 2014 y la primera mención en el Concurso Internacional de cuentos Julio Cortázar.

3 comentarios:

Rodia dijo...

"Dice mi amigo Gustavo que hay problemas para los que no hay solución posible y cuyo mejor destino es un cajón de escritorio cualquiera".

reescritura en clave (un poquito) poética de un refrán que suele citar mi madre: "problema sin solución, problema solucionado". Refrán sorprendentemente ubicuo.

si se me permite usar el espacio, una frase que me recurre últimamente es aquella de "la buena felicidad dicen que no se nota". Eso. No se nota.

Anónimo dijo...

"Dice Enrique, mi hermano, que hay cierto perro hundido que se lame mansamente y nos lame, lamiéndose, una herida quieta allá al fondo, sentado en su escalón..."

algo del texto me lo recordó

Javier Couto dijo...

jota: cuando lo escibí pensé en lo mismo.. sin embargo, me gusta mucho más la parte que sigue de la canción, la del otro hermano...

circe: esta discusión ya la tuvimos.. pero vamos de nuevo: y si la mancha la puso Leonardo mismo ? en ese caso: por qué? para qué? cómo? no tiene goyete.. entiende? sencillamente no tiene goyete.. y entre un Leonardo con manchita, como dice ud., o un póster inmaculado de la cumana, me quedo con la pared vacía, que no está tan mal así