—Lo que pasa es que vos tenés alma de fuelle, avivando llamitas moribundas mientras los grandes incendios te pasan al lado sin que te des cuenta. Un gil de cuarta, eso sos, mi viejo.
Ya extrañaba a Arturito de los tres pelitos. Extrañaba sentir esa profunda repulsión que cualquier cambio de corriente puede transformar en ternura, condescendencia o camaradería. Porque ante mis quejas palmípedas más de una vez R2D2 antepone el argumento de pecata minuta. Poco le importa el sube y baja que va de las caricias como lenguas hasta los anuncios baldazo-de-agua-fría. Y yo acá sigo, para variar pensando en atrincherarme en la Antártida, si possible…
—Te vas a cagar de frío al santo rocket, mon petit —acento del sur; mala imitación de un marsellés—. Y además no vas a arreglar nada. Vos querés entender, alimentar la misma máquina tragamonedas de siempre. Cual destino de chapulín, vas frito, te anticipo. Esa insatisfacción con tentáculos y mil ojos te perseguirá como un elemental. Si lo que antes unía fuertemente hoy no es sino ceniza sobre un plato gris, es en gran medida responsabilidad tuya. Bailes así te los buscás solito y lo más cómico es que en el fondo no te gusta bailar. Bicho raro sos, oh solitario pariente de Samsa. Triste gusano, tus anélidas convulsiones breve vida tendrán.
Lo interrumpo con un gesto porque cuando comienza a sermonearme cadenciando el vaso y hablando como Yoda, logra sacarme.
¿Y si tiene razón? No me gusta bailar, no. Pero yo y los ovillos, hélas, terror de abuelas, un chimpancé con un martillo en la casa de Swarovski. Por ahí los fuelles… et pourtant, et pourtant… (cf. Aznavour)
Ya extrañaba a Arturito de los tres pelitos. Extrañaba sentir esa profunda repulsión que cualquier cambio de corriente puede transformar en ternura, condescendencia o camaradería. Porque ante mis quejas palmípedas más de una vez R2D2 antepone el argumento de pecata minuta. Poco le importa el sube y baja que va de las caricias como lenguas hasta los anuncios baldazo-de-agua-fría. Y yo acá sigo, para variar pensando en atrincherarme en la Antártida, si possible…
—Te vas a cagar de frío al santo rocket, mon petit —acento del sur; mala imitación de un marsellés—. Y además no vas a arreglar nada. Vos querés entender, alimentar la misma máquina tragamonedas de siempre. Cual destino de chapulín, vas frito, te anticipo. Esa insatisfacción con tentáculos y mil ojos te perseguirá como un elemental. Si lo que antes unía fuertemente hoy no es sino ceniza sobre un plato gris, es en gran medida responsabilidad tuya. Bailes así te los buscás solito y lo más cómico es que en el fondo no te gusta bailar. Bicho raro sos, oh solitario pariente de Samsa. Triste gusano, tus anélidas convulsiones breve vida tendrán.
Lo interrumpo con un gesto porque cuando comienza a sermonearme cadenciando el vaso y hablando como Yoda, logra sacarme.
¿Y si tiene razón? No me gusta bailar, no. Pero yo y los ovillos, hélas, terror de abuelas, un chimpancé con un martillo en la casa de Swarovski. Por ahí los fuelles… et pourtant, et pourtant… (cf. Aznavour)
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