Milo

Amiga de las gárgolas y de los manuales de supervivencia escritos en khmer, la tribuna le sonríe. Hay quienes presumen que tiene alma de muñequita rusa, de piedra irisada, de titiritera, de oscuro orfebre, de sasquatch que se presiente profundamente panóptico pero se oculta por si las moscas le olfatean el rastro. Se desconocen registros que validen estos y otros conjuros.

Desatiende en medidas iguales los espejos y cualquier pormenor patronímico. Olvida fechas y geografías. Ciudadana natural de Ganímedes, suele confesar que viene as-is y tiene la risa enorme y fácil. Honra de cuando en cuando la lengua de Lutecia. Pronuncia curiosamente cual anglófona que no es. Motivos desconocidos. Habrá que echar mano a libros sobre fonética y psicología cognitiva para avanzar hipótesis plausibles.

Al influjo de amistades diversas, un interesante y borroso inventario de experiencias le ha enseñado que no conviene comerciar con íncubos y súcubos. No esconde sin embargo su recidivismo casi crónico e inexplicable. Y si bien todo el tiempo parece estar despertándose de un sueño de veintitantos años, nada indica que le importe demasiado. Sospechamos fuertemente que en realidad su bandera reza orgullosa en lo alto: ¿quién me quita lo bailado?

Duda de los cimientos salomónicos y probablemente de los cantares también. Creemos que hace bien, que la leche y la miel hoy se compran en cualquier supermercado de barrio y que esto también pasará. Frecuenta a un subnormal a quien el deseo de montaña, águila y serpiente le lame el cuello noche tras noche. Creemos que hace mal. Muy mal. Y pese a anuncios, panfletos y telegramas colacionados, persiste en su sordera.

En el cotidiano circo de espantapájaros a veces se viste de mujer barbuda, a veces de Pinito del Oro. Y aunque suelo elegir palco, me duele escribir que cuando no me observa de frente salida de un Magritte, la situación se resuelve con una espalda perfectamente daliniana en la que no veo la manzana pero sé que está ahí. Por las madrugadas, a solas, tiendo a creer que el admirable sfumato ha hecho su lento trabajo y que será cuestión de comprobar el rostro a la mañana siguiente y que las cosas están perfectamente así. Esta creencia se desvanece por lo general en duermevelas y páginas en blanco.

Dueña de impermeables varios, deja inexplicablemente crecer silencios que en el mejor de los casos alimentan una victoria pírrica. Le agradan las sombras y en menor medida los telones. Es querible, acostumbra vestir de verde, tiene carácter y su sol está en Tauro.

Amiga de la danza contemporánea y de las camperas en todas sus versiones, la tribuna vuelve a sonreírle generosamente, ignora el High & Dry que insiste hace un buen par de horas en el equipo de audio y desvía la vista hacia la lluvia que se descarga impía del otro lado de la ventana, allí donde esperan pacientes un águila y una serpiente, allí donde los impermeables no sirven para nada.
Javier CoutoJavier Couto (Montevideo, 1974) es narrador. En 2010 obtuvo una mención de honor por Voces (cuentos) en el XVII Premio Nacional de Narrativa “Narradores de la Banda Oriental”. Su novela Thot fue finalista del Premio Minotauro 2013 (Editorial Planeta). En 2014 obtuvo una mención de honor con su libro de cuentos Del otro lado, en el Concurso Literario Juan Carlos Onetti 2014 y la primera mención en el Concurso Internacional de cuentos Julio Cortázar.

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