Lágrimas

La tristeza lame lentamente las últimas gotas de vino. La copa vacía. Lágrimas gruesas, orgullo vitícola u otra forma de indagarse en un espejo borroso, en pleno Copenhague. Something is rotten en la imagen que le devuelve, alguien que nunca fue y que ya tiene treinta y cuatro años y sigue buscando a tientas un camino, un descanso, una tumba. Puede sucederle en La Habana, bajo rigor de canícula, en una Lisboa que cubría a Gandhi con flores de jacarandá, o en tierras de Hamlet, en casa de Søren, anfitrión burgués a la medida de un film de Berlanga. La charla se mueve indecisa del francés al inglés, del incomprensible danés a unas pocas palabras en español que los comensales festejan como los niños sus primeras escatologías. La gran terraza tiene vista al mar, a un agua que no huele como la de Montevideo porque jamás podría oler tan entrañable. Camarones. Arenques. Papas y cebollas como cuando los vikingos. Mucho vino. Más lágrimas en una velada que honra la formalidad distendida del danés.

Niels, historiador indefinible que habla un francés de enciclopedia, admira a Napoleón y canta las diez plagas a la memoria de Nelson, le pregunta sobre los indígenas en Uruguay. Refiere Salsipuedes, la traición, los largos años previos de vaivén obsceno del general infructuoso. Siente una vergüenza rabiosa, vuelve a llenar su copa, más lágrimas. Con el resto es más fácil, hablan lingüística, hablan política, discuten Karen Blixen, el museo Lousiana (oh, Cézanne and Giacometti, what a perfect combination...), intercambian idiosincracias de vitrina como los niños figuritas. Sonríen mucho.

Y luego el ritual obligado del 23 de junio, bajar a la costanera a ver cómo se quema a las brujas, a presenciar esa comunión que logran los villancicos, las grandes fogatas, un sol que da batalla hasta pasadas las diez de la noche que no es.

Terminado el fuego, vuelta a casa de Søren para un postre y un lugar común: el tango, por el que anfitrión y Lita confiesan devoción e innúmeras clases de baile. Les pregunta, con la seriedad de la ironía que se quiere un rito, si lo bailan a la japonesa, con la rosa en la boca. Søren trae un disco, selecciona un tema. En una disonancia cognitiva digna de una Kawasaki en un cuadro del Greco, oye a Gardel cantar La canción de Buenos Aires, mira hacia la rambla, sabe que está en Dinamarca y que más allá pernocta Suecia, admite que es el verdadero tango, acepta el tambaleante milounga de Søren, cierra los ojos y ve Puerto Madero, ciertas calles de Palermo, las casas conversando con el agua en el Tigre, hay algo en tus entrañas que vive y que perdura...

Vacía la copa. Ya es de noche y sólo quedan unas lágrimas. Un espejo borroso. Los grillos al otro lado de la ventana del dormitorio. Una imagen que no puede ser la suya y que la tristeza viene a borrar lentamente.
Javier CoutoJavier Couto (Montevideo, 1974) es narrador. En 2010 obtuvo una mención de honor por Voces (cuentos) en el XVII Premio Nacional de Narrativa “Narradores de la Banda Oriental”. Su novela Thot fue finalista del Premio Minotauro 2013 (Editorial Planeta). En 2014 obtuvo una mención de honor con su libro de cuentos Del otro lado, en el Concurso Literario Juan Carlos Onetti 2014 y la primera mención en el Concurso Internacional de cuentos Julio Cortázar.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

sin duda que es el verdadero tango
lo mismo que este post

Anónimo dijo...

sin duda que es el verdadero tango
lo mismo que este post

Javier Couto dijo...

como aquél que dice: decime quién sos vos, decime dónde vas...

Zeta dijo...

Jahey, ya se lo dije por otro lado, pero por las dudas se lo repito: me tome el atrevimiento de copiarme su post a un archivo, no sea cosa que un día se le ocurra borrar todo (creame que lo he visto), y me gustó mucho.

Javier Couto dijo...

Por pudor no respondo algunos comentarios. Sea ésta una excepción. Copie tranquilo a archivos, amigo, no hay problema. Escribo siempre en local primero y luego publico, así que no hay riesgo de pérdidas, si es que cabe el sustantivo. Creo que con lo de borrar ud. refiere a una entrada titulada "Sol interno". Sucede que publiqué, al rato detecté un par de oraciones sumamente indignas de la persona a la que iba dedicada, oculté, corregí y luego republiqué. Pero ud. leyó antes. Etc.

Y hablando de otras cosas, lo del manejo temporal en una nouvelle espistolar me interesa por motivos acaso evidentes: no estaría nada mal escribir una. El punto es que ese aspecto me parece difícil a manejar. Tenga en cuenta que detesto los escritores con alma de ingeniero vial, que disfrutan llevando al lector de la mano.