Inútil escapar a los juicios, a las tomas de posición, al parcelado y plantadas de bandera cotidianas. Inútil querer jugar las fichas que le van quedando a la casilla impersonal del "Yo Soy" en la versión que se te ocurra, porque curiosamente el tipo ha barrido teosofía a los cuatro vientos y todavía sigue sin tener la menor idea de dónde está parado y, lo que es peor, de hacia dónde se dirige. Mejor será preguntarse una y otra vez si lo peor es querer forzar una guerra civil con un bloqueo económico o jugarle una guerra fría o un doble espionaje a una persona querida, la gran Mata Hari en dosis suministradas por Yiya Murano, la famosa envenenadora de Montserrat. Y peor los que quieren aplicar métodos cascanueces por excelencia, cuando todos sabemos que el problema de las cuentas regresivas es que tarde o temprano terminan y, en definitiva, algo hay que ejecutar. Nada que hacerle entonces. Juicios. Juzgar. Ser parte de. Entarimarse, si la cuestión es posible y la perspectiva está realmente relacionada con la altura relativa y no es un lujo de los dioses.
En "Sin los dos", Santiago Strada expresa vagamente y a punto de dormirse algunas ideas que podrían ser tomadas como apuntes para una eventual discusión sobre el tema.
En "Sin los dos", Santiago Strada expresa vagamente y a punto de dormirse algunas ideas que podrían ser tomadas como apuntes para una eventual discusión sobre el tema.
"–¿No tenés la reunión con el editor responsable?
–Dejalo que me llame. ¿No te parece buena la respuesta que preparé?
–Te aconsejo que la desarrolles a paso hormiga, si querés que el tipo te siga –dijo Santiago, acomodándose incómodo en el sillón–. Ya viste que el muchacho es ejemplarmente saurio, así que calibrale el ritmo.
–A mí me parece ejemplarmente suino, te diré.
–Tiene algo, sí, aunque no es incompatible tampoco. Ejemplificá, que eso sirve, ayuda. Apuntá a su lado sugestionable. Fijate que tu amigo…
–No es mi amigo –interrumpió Gabriel, rabioso.
–… tu amigo –continuó Santiago– necesita ver las cartas, tocarlas, abanicarse con ellas para saber que existe un juego posible. Sentir el montoncito apilado, palmearlo satisfechamente y decirse que todo está como debería estar. Parece un modelo descriptivo y no analítico. El tipo, tu amigo …
–Ya te dije que.
–… en definitiva, cree en la objetividad, en la existencia de opiniones neutras, atento a lo que debería ser un oxímoron, el pecho frío pero la certeza del yo no lo dije descansando caliente en el bolsillo, cuidar la chacrita del santo criterio.
Santiago volvía a entrecerrar los ojos, cabeceaba un poco. Gabriel sacaba una hoja y buscaba una lapicera en el primer cajón.
–Hablale del demonio laplaciano, mejor –continuó–. O lanzale un Zaratustra desde la montaña. De última, en las noticias supuestamente dadas con objetividad –agregó virtuosamente y a punto de dormirse–, hay una aceptación que subyace, la aceptación de un orden. Y esa aprobación, que no es más que un conformismo, es también una opinión del mundo. Creer que abstenerse de una opinión no es una forma pésima o cobarde de dar una, es el lujo de un obtuso o de un ingenuo."
–Dejalo que me llame. ¿No te parece buena la respuesta que preparé?
–Te aconsejo que la desarrolles a paso hormiga, si querés que el tipo te siga –dijo Santiago, acomodándose incómodo en el sillón–. Ya viste que el muchacho es ejemplarmente saurio, así que calibrale el ritmo.
–A mí me parece ejemplarmente suino, te diré.
–Tiene algo, sí, aunque no es incompatible tampoco. Ejemplificá, que eso sirve, ayuda. Apuntá a su lado sugestionable. Fijate que tu amigo…
–No es mi amigo –interrumpió Gabriel, rabioso.
–… tu amigo –continuó Santiago– necesita ver las cartas, tocarlas, abanicarse con ellas para saber que existe un juego posible. Sentir el montoncito apilado, palmearlo satisfechamente y decirse que todo está como debería estar. Parece un modelo descriptivo y no analítico. El tipo, tu amigo …
–Ya te dije que.
–… en definitiva, cree en la objetividad, en la existencia de opiniones neutras, atento a lo que debería ser un oxímoron, el pecho frío pero la certeza del yo no lo dije descansando caliente en el bolsillo, cuidar la chacrita del santo criterio.
Santiago volvía a entrecerrar los ojos, cabeceaba un poco. Gabriel sacaba una hoja y buscaba una lapicera en el primer cajón.
–Hablale del demonio laplaciano, mejor –continuó–. O lanzale un Zaratustra desde la montaña. De última, en las noticias supuestamente dadas con objetividad –agregó virtuosamente y a punto de dormirse–, hay una aceptación que subyace, la aceptación de un orden. Y esa aprobación, que no es más que un conformismo, es también una opinión del mundo. Creer que abstenerse de una opinión no es una forma pésima o cobarde de dar una, es el lujo de un obtuso o de un ingenuo."
Por otro lado, en el Bardo Thödol, luego de haber pasado los catorce días, hay un capítulo dedicado exclusivamente a "El Juicio", instancia casi obligatoria en religiones, mitologías y enseñanzas espirituales variopintas. Rescato el siguiente fragmento, del cual el espejo del karma me hace pensar inevitablemente en los registros akáshicos.
"(...) entonces la buena conciencia de tu interior reunirá todas las buenas acciones y las contará con guijarros blancos, y la mala conciencia de tu interior reunirá todas tus malas acciones y las contará con guijarros negros. Esto te causará gran miedo, horror y terror y, temblando, intentarás mentir, diciendo: 'Yo no he cometido ninguna mala acción'. Entonces el Señor de la Muerte dirá: 'Voy a mirar en el espejo del karma'. Y, diciendo así, mirará en el espejo, en el que todo acto bueno o malo está claramente reflejado. El mentir no servirá de nada. Entonces el Señor de la Muerte enrollará una cuerda alrededor de tu cuello y te arrastrará. Cortará tu cabeza, te arrancará el corazón, pondrá al descubierto tus intestinos, lamerá tu cerebro, beberá tu sangre, comerá tu carne y roerá tus huesos. Pero no puedes morir. Aunque tu cuerpo sea cortado en pedazos, volverá a revivir. Estos suplicios, una y otra vez, te causarán un dolor y tortura intensos. Sin embargo, en el momento en que los guijarros sean contados, no sientas miedo ni terror; no mientas ni temas al Señor de la Muerte."
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