Los aviones

A vos que estás ahí, autoexpulsada de esta burbuja, en la tuya, leyendo y participando esporádicamente y que yo creí que ya nunca más pero ahora resulta que se te ocurrió aparecer como un amigo que vuelve de un viaje largo del cual el léxico y las canas indican la duración. ¿Por qué ahora? ¿Para qué? Curioso comunicar así, con una mínima platea que leerá con desconcierto y de seguro fastidiada, e igual estas torpes líneas sabiendo de antemano que todo quedará como siempre entre vos y yo, entre dos puertos que quizá alguna vez fueron uno solo, andá a saber después de tantos años. Imaginarás que sigo con la idea de que por lo general un futuro común no pasa de dos futuros más o menos parecidos. Y así va todo. Ahora la máscara es la sigla y el filo es doble. Hace tiempo, mucho tiempo, la sigla fue otra y vino a parar a un anillo que vaya a saber uno adónde fue a parar en definitiva. Lo sabés tanto como yo porque te quebró de igual manera, sabés perfectamente que uno se puede ahogar en cualquier lado: en un apartamento en Piriápolis, en una noche en vela en un cuarto gobernado por peluches y souvenirs, en el velorio de un ser querido. Pero el tiempo pasó y un día me vi tanteando la mesa de luz para encontrarme con los huesos de un cadáver que en realidad estaba en el placard. Y más de una vez me pregunté si la técnica adecuada no era de índole evacuatoria, levantarse en la madrugada con una decisión de vómito y sacarse por completo y luego preguntarse frente al espejo en dónde carajo se había perdido todo. Lo intenté pero nunca supe responderme; nunca quise. Porque me constaba que la pureza perdida y una particular confianza no volverían jamás. Difícil explicarse mejor hoy, ahora que la liviandad está de moda y el amor suele ser una transacción más o menos bursátil, más o menos logística, sobre todo cuando el otro se doctoró en cache-cache y vos te quedás como un estúpido rascando el fondo del tarro porque sabés que tiene doble fondo y no entendés muy bien de qué viene todo, así que mejor let it be porque para complicaciones ya tuviste suficientes. ¿Los valores? De saldos, sin duda. Difícil explicarse por esta vía, además. Tan difícil como olvidar una cabellera pelirroja y unos ojos verdes que brillaban tristes detrás de una vela. Así que ahora sólo resaca y calcos de errores, la voz de Smith cantando songs about happiness murmured in dreams when we both us knew how the ending would be. Este no es el lugar, es claro, pero siempre se siente bien en la burbuja, y vos seguirás en la tuya y yo en la mía, y aunque el demonio laplaciano ya lo sepa con exactitud, el tiempo igual hará su trabajo de días y puestas a punto. Para lo demás están los aviones.
Javier CoutoJavier Couto (Montevideo, 1974) es narrador. En 2010 obtuvo una mención de honor por Voces (cuentos) en el XVII Premio Nacional de Narrativa “Narradores de la Banda Oriental”. Su novela Thot fue finalista del Premio Minotauro 2013 (Editorial Planeta). En 2014 obtuvo una mención de honor con su libro de cuentos Del otro lado, en el Concurso Literario Juan Carlos Onetti 2014 y la primera mención en el Concurso Internacional de cuentos Julio Cortázar.

2 comentarios:

basilia dijo...

la confortable burbuja que a veces se tienta con estirarse y atrapar a la que viaja al lado. pero solo a veces.

Anónimo dijo...

"Es muy difícil ser un muerto
Es un terrible trabajo
ser un muerto.
Crecer para la nada
y la nada ser al mismo tiempo.
Y tener por delante todas las horas
y absolutamente todos los silencios .."

Llamarme Guanche / Carlos Pinto Grote