Ya lo dijo el famoso capitán de la selección brasileña y hasta ahora nadie lo ha refutado: conócete a ti mismo y luego huye raudamente. En fin. Este fiel errático anuncia una balanza perfectamente inútil que no es sino un casse-croûte de otra de las tantas noches en vela que me suelen acompañar. Porque lo sabían tanto Anubis como todos los perros que aguardaban hambrientos: no se puede vivir acrobateando el corazón y pretender salir ileso. Y más aún: algún día tendremos que aceptar lo perfecto como algo inalcanzable. ¿Cuestión de asíntotas? Quizás. Ya los eléatas hablaban de estas cosas. Zenón, ¡geronte e hirsuto!, vos y tu lanzamiento de piedra, primer acercamiento a las series tan sólo para corroborar que la piedra, después de todo, llegaba. ¿Pero qué sucede si el árbol justo está plantado al costadito de tu epitafio? Tant pis, mon vieux. Joderse y tomar quina.
¿Y te parece este el lugar para sacar a relucir aquella sensación de surrealismo cuando el conferencista (un filósofo vivo... algo cercano al oxímoron, si me preguntan) comenzó a argumentar auxiliándose en la paradoja de la flecha? (No reclames la tilde porque te largo el par de galgos anfibólogos que tengo atados en el fondo) Lo mejor fue almorzar posteriormente con él y poder comprobar que era innegablemente un Anthony Perkins devaluado a fuerza de los tigres asiáticos y reducido a acordoneazos por los tigres del norte.
Y hablando de animales, ¿los perros no eran en realidad Ammit, quien, bien visto, era un carroñero pero lo que se dice un carroñero justo? Las enciclopedias de los primeros años. Juguetes. Juguete de ocasión. Milonguera inalcanzable que se ha pegado al vidrio pero sigue del otro lado, calco de automatismos, reciprocidades increíblemente agazapadas, capuccinos y zapatillas. Si yo soy amigo del mar y de todo cuanto es de especie marina...
Mujer, hijos y siete sellos, esto sólo nos lleva a recordar al maestro: no hay fenómenos morales sino interpretaciones morales de los fenómenos. Y hablando de maestros: ¡qué fenómeno Sócrates!
¿Y te parece este el lugar para sacar a relucir aquella sensación de surrealismo cuando el conferencista (un filósofo vivo... algo cercano al oxímoron, si me preguntan) comenzó a argumentar auxiliándose en la paradoja de la flecha? (No reclames la tilde porque te largo el par de galgos anfibólogos que tengo atados en el fondo) Lo mejor fue almorzar posteriormente con él y poder comprobar que era innegablemente un Anthony Perkins devaluado a fuerza de los tigres asiáticos y reducido a acordoneazos por los tigres del norte.
Y hablando de animales, ¿los perros no eran en realidad Ammit, quien, bien visto, era un carroñero pero lo que se dice un carroñero justo? Las enciclopedias de los primeros años. Juguetes. Juguete de ocasión. Milonguera inalcanzable que se ha pegado al vidrio pero sigue del otro lado, calco de automatismos, reciprocidades increíblemente agazapadas, capuccinos y zapatillas. Si yo soy amigo del mar y de todo cuanto es de especie marina...
Mujer, hijos y siete sellos, esto sólo nos lleva a recordar al maestro: no hay fenómenos morales sino interpretaciones morales de los fenómenos. Y hablando de maestros: ¡qué fenómeno Sócrates!
1 comentario:
allá lejos brillan para "tí" el espacio y el tiempo,
¡bien! ¡adelante! ¡viejo corazón!
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