Confirmado: nunca podrá trabajar de marronero. Difícil tarea la de elegir sabiendo que la culpa le gana por goleada y sin el mayor esfuerzo. Aunque haya el buen reverso de saberse plaga nacional en tierras de optimistas, lo mismo el baldazo de agua fría. Él quisiera sacarse el yelmo de una vez por todas y ceder al útero, una cuestión de dimensión o complacencia plástica, misterio ovular o enigma de esfinge, no sabe muy bien, como tampoco sabe exactamente por qué ella olía a albahaca y eso lo excitaba de una manera inexplicable. Y ella aprendió tanto de la vida y de las costumbres de los coleópteros. Y si tan sólo eso fuera suficiente. Y si tan sólo... Y si...
Todas mis angustias me las tengo bien ganadas, había murmurado algo convencido mientras descorchaba la segunda botella de vino. Luego había comenzado a preguntarse qué hacía así, después de todo, infeliz como una piedra y pensando en títulos de telenovelas baratas, perfectamente interpretables por Natalia Oreiro, gran ídola gran en Rusia (ojos enormes y azules de Elenita Ivanova al mencionar el nombre de nuestra querida actriz). Declaro bajo protesta de decir verdad que los datos asentados son ciertos, volvió a decir, imitando un acento mexicano e imaginándose a sí mismo como Patrick Poivre d'Arvor versión guignol.
Inútil maniobra. ¿Y si la solución fuera realmente retorcerse hasta el cansancio para desembocar sin pena ni gloria en una noche blanca y abierta? Conoce los caminos que conducen a la felicidad –soga, salamandra o poliedro según el día y el viento– y los deshace caminando hacia atrás y escupiendo por si acaso. Se dice dispuesto a rever su postura si alguien traza a la perfección la diferencia entre los valles de la Loria y Brujas. Sabe de sobra que su mejor escudo es la palabra perfección.
No hay como estar profundamente cansado o borracho o ambos para olvidarse de todos los problemas. Período de grumos. Todo se junta y coagula de mala manera. Y encima viene con ritmo de sevillana. Que vivan las procesiones que van por dentro.
Difícil tarea la de elegir sabiendo que.
Todas mis angustias me las tengo bien ganadas, había murmurado algo convencido mientras descorchaba la segunda botella de vino. Luego había comenzado a preguntarse qué hacía así, después de todo, infeliz como una piedra y pensando en títulos de telenovelas baratas, perfectamente interpretables por Natalia Oreiro, gran ídola gran en Rusia (ojos enormes y azules de Elenita Ivanova al mencionar el nombre de nuestra querida actriz). Declaro bajo protesta de decir verdad que los datos asentados son ciertos, volvió a decir, imitando un acento mexicano e imaginándose a sí mismo como Patrick Poivre d'Arvor versión guignol.
Inútil maniobra. ¿Y si la solución fuera realmente retorcerse hasta el cansancio para desembocar sin pena ni gloria en una noche blanca y abierta? Conoce los caminos que conducen a la felicidad –soga, salamandra o poliedro según el día y el viento– y los deshace caminando hacia atrás y escupiendo por si acaso. Se dice dispuesto a rever su postura si alguien traza a la perfección la diferencia entre los valles de la Loria y Brujas. Sabe de sobra que su mejor escudo es la palabra perfección.
No hay como estar profundamente cansado o borracho o ambos para olvidarse de todos los problemas. Período de grumos. Todo se junta y coagula de mala manera. Y encima viene con ritmo de sevillana. Que vivan las procesiones que van por dentro.
Difícil tarea la de elegir sabiendo que.
1 comentario:
Sí. Que vivan!
Y sí, es difícil.
Pero qué se le va a hacer? Es lo que hay.
Gran puta.
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