Voy a perder la cabeza por tu amor

En las iglesias se suele ver un santo acéfalo, cabeza en mano. No había prestado atención, pero me pasan el dato y leyendas son leyendas. Al pobre Saint Denis, que tuvo la mala fortuna de querer venir a Lutecia a predicar el Evangelio, los romanos le hicieron pelo, barba y cabeza completa. Esto es cierto. Al registro de la leyenda pertenece el haber caminado varios kilómetros con su cabeza bajo el brazo hasta entregársela a una mujer, presumiblemente sin preguntarle si la quería. Luego, como cualquiera esperaría de un decapitado, se desmoronó sin más.

¿Precursor de la entrega puerta a puerta? Es posible. Pensando en la travesía, me resulta difícil imaginar el gesto de su rostro en un momento así. Difícil, quizá absurdo, aunque la leyenda también quiera que el recorrido lo haya ejecutado predicando. Pienso en Obdulio Varela llevando el balón al mediocampo luego de que Brasil convirtiera el primer gol. Menuda voluntad, me digo, refiriendo a Saint Denis, claro está. O –acoto–, visto que no queda demasiado claro para qué le llevaba tan excéntrica ofrenda a la mujer, un acto de porfía muy propio de la gente que pierde la cabeza. De la reacción de la mujer poco se sabe. Al vulgo poco parece interesarle. Se anota que pertenecía a la nobleza. No mucho más.

Como obliga la costumbre, en el lugar en el que Saint Denis palmó definitivamente se erigió una basílica para honrar al hombre y recordar su martirio cuando no su testarudez porque quienes lo hicieron, apostaría, sabían que no había muerto realmente allí. Breves siglos después, los reyes franceses comenzaron a pedir ser enterrados allí y como una cosa sigue a la otra y pese a que la gola se va y la fama es puro cuento, se puso de moda y la basílica se convirtió en el osario real, si se me permite la figura.

No había prestado atención, como a tantas otras cosas, algunas de las cuales me pueden hacer perder la cabeza. En lo personal, si tal destino me es dado en suerte, anticipo un tránsito decididamente menos espectacular y, sobre todo, rápido, acorde a los tiempos que corren y a las modestas expectativas de quien escribe estas líneas.
Javier CoutoJavier Couto (Montevideo, 1974) es narrador. En 2010 obtuvo una mención de honor por Voces (cuentos) en el XVII Premio Nacional de Narrativa “Narradores de la Banda Oriental”. Su novela Thot fue finalista del Premio Minotauro 2013 (Editorial Planeta). En 2014 obtuvo una mención de honor con su libro de cuentos Del otro lado, en el Concurso Literario Juan Carlos Onetti 2014 y la primera mención en el Concurso Internacional de cuentos Julio Cortázar.

2 comentarios:

basilia dijo...

y la cabeza no sabés si se la tiró de lejos? desde que distancia?

Javier Couto dijo...

apostaría que luego de tal travesía se la entregó en la mano...