Siete años

Y el día que casi pasa desapercibido. Siete años ya y todavía sigo viendo tu rostro desfigurado, indeciso entre verdes y marrones, edematoso, el hedor que rigoreaba la sala, la larga figura sobre cuyo pecho coloqué una estrella, y el cajón que se cerraba prometiendo unas cenizas que llegaron y pesaban más de lo imaginado.

Siete años ya y el día no pasó desapercibido. Y ya quisiera yo verte momentáneamente resurrecto, verte así para poder yo también apretarte un brazo que aún no fuera polvo y decirte todos se irán, tú quedarás viviente. Pero no soy digno de tal prodigio.

Pese a que ya no eras vos, nos vimos por última vez en Punta Trouville. Recuerdo el día soleado, el escaso viento, el río generoso favoreciendo la ceremonia. Y aunque sepa que hay cosas que se abrazan en cualquier geografía, a veces siento que no estaría mal, sólo a veces, cuando media demasiado alcohol, un perfume, una foto vieja, siento que no estaría tan mal, realmente nada mal volver a verte...
Javier CoutoJavier Couto (Montevideo, 1974) es narrador. En 2010 obtuvo una mención de honor por Voces (cuentos) en el XVII Premio Nacional de Narrativa “Narradores de la Banda Oriental”. Su novela Thot fue finalista del Premio Minotauro 2013 (Editorial Planeta). En 2014 obtuvo una mención de honor con su libro de cuentos Del otro lado, en el Concurso Literario Juan Carlos Onetti 2014 y la primera mención en el Concurso Internacional de cuentos Julio Cortázar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

De golpe no estás –nada más sucedió–
borrachera fetal que tu muerte me deja.
Con esta canción que solloza, olvidada de mí,
rondaré tus maderas.

Quisiera explicarte mi amor, no tu ausencia
o mis culpas; ayer tú vivías.
Si ya no merezco cantar para ti,
yo te pido: No sigas muriendo.

El tiempo pasado, ese suave festín,
donde fuiste una caja escondida,
un clave encerrado en el muro,
una oreja en la sombra, el sigilo de nadie.

Ese tiempo y tú, lo que yo conocí,
lo que quisiste ser, clavicordio y alcohol,
sensitivo y brutal, el pasado y el piano,
acabaron en este silencio.

Si ya no merezco cantar para ti,
yo quisiera explicarte mi amor, aunque es tarde.
Tu tiempo pasó, pero yo me quedé aquí,
tañendo por ti, en tus campanas.

Cuerno de pastor de un remoto país,
piedra lisa que el alba y el cielo tocaron;
soy como tu mar, rodaré eternamente
hacia ti y, desde ti, a lo más hondo.

Mas mientras te busque en las cosas,
en tanto regreses sin que yo te llame o te olvide,
te pido que limpies mi amargo dolor;
por favor, que no sigas muriendo.

Mi padre serás, como fuiste mi padre,
un gameto en la grieta cerrada del tiempo,
voz ronca de un órgano ya enmudecido,
ahí estás, larga caja de pino.

El llanto que nombre tu nombre será
breve y, hombre, tal vez lo sabías;
pero es tanto amor exigiendo mi amor;
por favor, no te sigas muriendo.

(1976)