Lanzarote

Porque Houellebecq tiene razón pero se equivoca. Cierto, en Lanzarote no hay mucho para hacer. Cierto, casi todos los turistas son alemanes o nórdicos. Cierto también, el Jardín de los cactus es una estafa adornada por especímenes de morfologías repugnantes, aunque muchas de ellas perfectamente fálicas (“De la vagina dentada al pene espinoso: bitácora de un largo periplo”, Freud, 1918, eds. Amorrortu). Pero qué más pedir luego de meses y meses de gris, frío, cemento e historias de recesión y chômage que hacen cada vez más invivible París. Porque, justo es saberlo, es jodido vivir en París, oh vanitas. Hace un año Rodia perfumó con sus ocurrencias la ciudad luz. Con acierto me confesó que no había ciudad más linda pero que jamás viviría en ella. Tiene razón.

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Los lanzaroteños hablan con un acento venezolano-cubano muy gracioso. Pueden confundir un acento montevideano con el chileno, por cuanto quizá de oído un corcho, quién te dice. La geografía, agreste, volcánica, de isla lamida pero seca, contrasta violentamente con los resort & spa que, desperdigados, ofrecen a los turistas de piel blanquísima y cachetes rosaditos un relax cinco estrellas.

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Anclamos en Costa Teguise. No sé si será la temporada baja, pero acá el estilo es de promotores que te arrastran verbalmente de la oreja hasta el restaurante X que, por supuesto, es el mejor. Recuerdo por momentos el agobio de la Habana, donde poner un pie en la calle equivale a un grito de ¡taxi!, dos pasos más es un ¡cigarros! cigars! y al llegar a la esquina ya tuviste el catálogo completo (además del obligado quiz de nacionalidades: ¿italiano? ¿alemán? do you speak english?).

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La isla se deja recorrer completamente en dos días, tres como máximo. Su arquitectura fue dictada por el turismo a tal punto que es difícil decidir qué es originario y qué plástico y lucecitas de colores. Muchos circuitos prefabricados, los suficientes cazabobos, la misma sensación aérea que alguna vez odié en Ibiza, en Varadero, en la fría isla de Chiloé. Su arquitectura fue dictada por César Manrique, tanto vivo como muerto, una suerte de Páez Vilaró pero más inclasificable.

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Puestos a jugar el juego, las visitas son escasas pero interesantes y podrían prescindir del discurso destinado a germanos (salve, ansiedad enciclopédica), pesada exégesis geológica que va muy lejos sin llevarnos a ninguna parte. La Cueva de los verdes y el Parque nacional de Timanfaya, junto con la inefable vista que desde la costa norte se tiene de la isla Graciosa, son lo mejor. Borges despreciaba el adjetivo inefable por estéril. Borges, al igual que Rodia, tiene razón.

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Cueva de los verdes, paraíso de espeleólogos, envidia enormísima del personaje que te hace la visita de la Gruta de los cuervos, en Treinta y Tres, el que te inventa el misterio con los ovnis y los masones y te habla de unos grillos blancos únicos en el mundo pero que después andás pateando en cualquier campo de Treinta y Tres.

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Luego la isla se desgrana en algunas playas un poco insulsas, de arena negra, demasiado europeas aunque sin llegar a claustrofobias como la côte d’azur o la costiera amalfitana, playas a las que la baja temporada otorga esa tristeza indefinida de los viejitos bailando en el Argentino Hotel de Piriápolis, tristeza perfectamente capturada en la película Whisky.

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Nos quedaremos entonces con el paisaje lunar del Timanfaya, con la sencillez de la gente, con su lejano desprecio por los godos, con su –para mí– incomprensible orgullo por saberse primeros pobladores –ellos dicen fundadores– de San Felipe y Santiago de Montevideo, nuestra tan querida Santa María. Nos quedaremos, principalmente, con la higuera que plantó Hilario, aquella que creció pero jamás dio fruto, unos dicen que a causa del calor de la tierra, otros, con quienes formo filas, que tan sólo para sustentar una historia de la cual difícilmente se puedan sacar conclusiones morales.
Javier CoutoJavier Couto (Montevideo, 1974) es narrador. En 2010 obtuvo una mención de honor por Voces (cuentos) en el XVII Premio Nacional de Narrativa “Narradores de la Banda Oriental”. Su novela Thot fue finalista del Premio Minotauro 2013 (Editorial Planeta). En 2014 obtuvo una mención de honor con su libro de cuentos Del otro lado, en el Concurso Literario Juan Carlos Onetti 2014 y la primera mención en el Concurso Internacional de cuentos Julio Cortázar.

6 comentarios:

basilia dijo...

si que kuadra
feliz año!

Zeta dijo...

Hola amigo.
Qué quiere que le diga, yo me iría una temporada a vivir allí, con frío incluido.
Especialmente con el frío.
Sabes... ando escribiendo poco (muy poco, y la falta de oportunidad ya no me conforma) y me doy cuenta que necesitaba leer unas páginas estimulantes, como estas (honestamente).
Buen año. Y festeje.

Javier Couto dijo...

Se agradece, Basilia. Y qué alegría verlo por aquí, compañero Zeta. Espero que el 2009 lo trate mejor y que pueda retomar el sano ejercicio (las vacaciones, más que el frío, suelen venir bien para dichos menesteres).

Circe dijo...

yo estoy de vacaciones y por ahora las unicas hojitas que me solazo en contemplar son las del canelón que está justamente sobre mi hamaca paraguaya.

No se me desprende una idea, le juro.

Tantas tonalidades de verde y a mi ni una idea buena.

Feliz año. Estoy contenta de que esté.

Javier Couto dijo...

Hagamé el favor de descansar, deje la computadora. Le debo un mail, para variar. E igualmente Feliz año, espero que Vincent vaya bien. Aproveche el calorcito (acá amanecimos con -2). Las ideas van y vienen; como dice un gran sabio uruguayo: vamos todavía!

Circe dijo...

pero le juro que puedo descansar y 1 hora de conexión no me hace nada. además, dónde miro películas, sino?

El calorcito se me pegó al cuerpo en forma de quemadura de segundo grado. mala cosa el sol.

vincent bien.

y apure ese mail!