Triple seis

Y su nombre es Thierry. Vagos rasgos de lechuza marcan sin clemencia su rostro y su bien ganado apodo de El autista –un máximo de diez palabras intercambiadas cada día– no oculta, al buen observador, un carácter particularmente abyecto. He sentido más aprecio por ciertos insectos que por él (pienso, por ejemplo, en las innúmeras arañitas desalojadas por la ventana con una servilleta). He tenido, me consta, niveles de comunicación más elevados con algunos insectos que con él. Baste observar que en el juego de apagar la luz para que el mosquito zumbe prenderla y plaf hijo de puta estás muerto hay una complicidad lustral y en cierto modo lúdica. Pero no, imposible, ardua tarea será el plaf en plena oficina, ver a Thierry como una hoja de palma contra la pared, descender indeciso en su deceso, darse contra el suelo, aplastado, hijo de puta estás muerto.

El autista hace lo que quiere y como quiere, y suele querer muy mediocre, solución a caballo entre ley de mínimo esfuerzo y mongolismo. Su andar de camello sin bozal refleja esa fofa y traicionera actitud frente a la vida. Incapaz de aceptar un error, se ríe nerviosamente de todo. En situaciones de alto estrés, cuando el cliente está a media hora de distancia y él no terminó lo suyo, incapaz de tirar la esponja dignamente, se ríe entre dientes y busca un compañero al que culpar. Experto en el arte de despejar el balón sin contemplaciones, encuentra en Clément una blanda cabeza de turco.

Entre él y yo apenas si cenizas, desprecio mutuo obliga. Soy su superior jerárquico pero no puedo despedirlo a causa de un complejo encadenamiento de relaciones personales y favores. Lo sabe. Pero lo que no sabe, siquiera remotamente, es el significado que quien garabatea estas líneas en un ferry camino a Tenerife atribuye a la palabra paciencia.

Confieso que cada vez que su cara de lechuza regordeta llega a la oficina –siempre tarde, siempre como un poco sucio y con aire de ir de compras al mercado–, murmuro mentalmente el proverbio árabe: siéntate a la puerta de tu casa y verás el cadáver de tu enemigo pasar. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su nombre es Thierry. Y como hasta el último testigo de este mundo, de cierto, de cierto te digo que contados están sus días.
Javier CoutoJavier Couto (Montevideo, 1974) es narrador. En 2010 obtuvo una mención de honor por Voces (cuentos) en el XVII Premio Nacional de Narrativa “Narradores de la Banda Oriental”. Su novela Thot fue finalista del Premio Minotauro 2013 (Editorial Planeta). En 2014 obtuvo una mención de honor con su libro de cuentos Del otro lado, en el Concurso Literario Juan Carlos Onetti 2014 y la primera mención en el Concurso Internacional de cuentos Julio Cortázar.

6 comentarios:

Zeta dijo...

Loco, te lo tengo que decir (y luego ya no insistiré): sos un fenómeno.
O eso, o escribís de la manera exacta como a mi me gusta. Ría.

Javier Couto dijo...

No río, ud. atenta al pudor (a Circe le diría "retiresé"), pero da gusto enterarse de algo bueno, máxime viniendo de ud. Y justamente, como ud. es un autor publicado, aprovecho para comentarle que ando buscando editor para dos dignos engendros, pero ni idea de para dónde arrancar, por lo que cualquier monedita sirve.

Circe dijo...

:(

Rodia dijo...

Ah! Me gusta que me recuerdes por qué te admiro (mentira, no es por eso, pero también es).

Estás cambiando el estilo, lmj?. Para mi gusto, para bien. Capaz que ya podés apreciar a Coetzee.La primer oración del segundo párrafo está un poquito por debajo del promedio (quiero decir:bastante). El resto es sublime. Odiamos al pobre tipo, sabemos su final.

Javier Couto dijo...

Salve, maestro. Este es el post de los piropos o se han puesto de acuerdo en tomarme el poco pelo que me va quedando. Coetzee está bien, nunca dije lo contrario. Y hablando de eso, el otro día leía la trilogía de ny y no dejaba de pensar que el tipo podría haberse esforzado un poco más estilísticamente.

En cuanto al animal, se va solo (allah akbar) porque el clima de parís lo bajonea, así que se vuelve al sur. Pretende seguir trabajando a distancia, pero, tal vez sin saberlo, ya acomodó lo suficiente el cuarto trasero como para que el voleo falle.

A ver cuándo volvés a publicar, viejo.

tom dijo...

Esto sigue siendo buenísimo, se lo acabo de leer al frasco.