Groucho

—Vos siempre el mismo anacrónico, negro —me apostrofa Arturito de los tres pelitos, que volvió de un largo invierno y desde hace media hora investiga mi nuevo apartamento—. Ahora te colgás con la genialidad de Groucho Marx y no hay quien te soporte, leés encerrado en el baño del hotel para no joder a aquélla, como si contigo no tuviera suficiente, buscás durante horas en Internet, arrasás youtube cual pichón del azote de Dios, vos que de huno no tenés ni medio, si me permitís chascarrillo y figura por el mismo precio. Che, linda cueva tenés ahora, qué andarás fabricando.

Lo interrumpo para comentarle que lo que el tipo le hace a Bill Cosby es para sacarse el sombrero.

—Y vos de seguro te sacarías el chambergo o el jipijapa, sin querer ofenderte. Naciste en el siglo equivocado, mi viejo —me alcanza un vaso de vino—. Catame este tinto Rioja que te traje de España. Es crianza y propiamente un asco, mejor sería masticar roble o la sordina del piano. Lo que es un milagro es que no te gusten los vestidos de muselina y no honres ajenjo y rapé como debería alguien con tu perfil. A ver, nombrame un filósofo, un músico, un humorista y un escritor que veneres y estén vivos.

Vacilo algunos segundos, digo que eso de venerar habría que verlo en detalle, luego cito en orden y poco convencido a Sloterdijk, Gad Elmaleh, Abelardo Castillo y me quedo en blanco, pensando en un músico posible. El vino es intragable. ¿Smith? ¿Waits? ¿Buarque? ¿Calamaro? ¿Jarrett? ¿Tiersen? Decisión imposible, queda poco y lo que llega, cuando no es mierda en polvo, apenas se acerca a lo aceptable.

—Mirá —me dice canchereando, mientras revisa todos los armarios de la cocina en busca de algún sólido—, el germano te gusta por provocador, decís Gad sabiendo que Pettinato es más brillante y que a Ryan Stiles no le llega ni a los tobillos, fijate un poco. Y Castillo, maestro, se lo merece, pero tanto como Peri Rossi. Pero no sabés qué más decir porque vos en realidad hubieras querido decir Nietzsche, Mozart, Groucho y Poe, o, por qué no, llenarte la boca con Thoreau, Gainsbourg, Coluche y Borges, u otras variantes similares, figuritas que, mal que te pese, están más manoseadas que las remeras con el Che estampado.

Me limito a acotar que tal vez no se equivoque.

—Gran amante del litote saliste, perlita de arrabal. Tu problema no admite demasiadas soluciones. Dejando de lado el suicidio, que negás andá a entender por qué, tenés la nostalgia, el polo norte y el rummy canasta.

No recordaba que le gustara tanto cansar los maxilares. Además no es exactamente un litote por el rasgo condicional del tal vez. Pero lo sabe, me está toreando. Cito de memoria a Luis Rosales: como sé que al morir terminará la muerte.

—Y mi tía Gregoria —me dice antes de abrir la heladera—. Bueno, pizpireta dama de organdí, hasta la heladera está vacía. Rajo al súper a comprar algo porque ya veo que vos mucho Groucho pero para picar ni un queso pasado de época como vos, esas franchuterías que te gustan tanto y que además de abundar en grasas saturadas sirven para espantar cucarachas y mosquitos. Aguantame. Te dejo masticando el vino.

Tal vez vuelva. Difícil saberlo con Arturito. Por lo demás, tiene razón, cada lectura de un suplemento cultural, cada acercamiento a los estantes de novedades en librerías y disquerías confirman lo que la bestia de los tres pelitos dice con tanta dulzura. Dejando de lado otras decadencias que plagan los cuatro vientos, la que más difícil me hace la vida es una de orden estético. No creo que cambie. Ni la situación ni Arturito. No es grave, el polo norte no está nada mal, lo cual, además de confesión, califica como litote.
Javier CoutoJavier Couto (Montevideo, 1974) es narrador. En 2010 obtuvo una mención de honor por Voces (cuentos) en el XVII Premio Nacional de Narrativa “Narradores de la Banda Oriental”. Su novela Thot fue finalista del Premio Minotauro 2013 (Editorial Planeta). En 2014 obtuvo una mención de honor con su libro de cuentos Del otro lado, en el Concurso Literario Juan Carlos Onetti 2014 y la primera mención en el Concurso Internacional de cuentos Julio Cortázar.

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