Cuenta la historia que el hombre que mató al Che —herido, cansado, infinitamente solo—, por las noches, mientras su mujer e hijos duermen, busca una foto tomada en La Higuera y la coloca en el espejo del baño. Después de encender un cigarrillo y pitarlo sin apuro, se mira varias veces en el espejo, en la foto, vuelve a preguntarse cómo pudo tener tanto coraje. La foto no responde. El espejo tampoco. Y la noche se termina, húmeda y silenciosa, vacía, sin sentido, unos minutos después de ese cigarrillo que muere entre sus dedos.
3 comentarios:
Seguramente al Che le pasaba lo mismo cuando pensaba en los que él había matado.
no comparés.
¿Hay otra forma de hacer algo?
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