2006 - Críptico

Largo sol de la escollera, en esto también hay enfermedad y penumbra. Cualquiera puede estar durmiendo con el enemigo sin darse cuenta. Son cosas que suceden tanto como escuchar a Amr Diab a las tres de la manaña, una mancha de aceite en la camisa o un poco de pelusa en el ombligo. El quid consiste en lograr discernir entre amigos y enemigos, sin olvidar ese gran doble espía se debe soportar diariamente y sin tregua. Hay quienes gustan confundir ambos polos so pretexto de que eso maculado es en realidad un gris en una escala que se pretende ampliamente cromática. Pero ¿y si realmente no va? Si en realidad no es una escala sino algo como un botón de control aduanero, rojo o verde y se acabó. Verde: camino posible, aplazamiento, ventana abierta y brisa generosa. Rojo: adiós, Pepe pescador, ballenero fugitivo.

Si bien hay de todo en este crudo vergel, paso de las pretensiones de cero cero siete tercermundista con un difuso estilo Torrente y algo de Almendras (Jean Georges, of course). Paso. Gracias.

Esta es una forma de cerrar un año que tiene mucho de agujero negro, sin que la aserción tenga berretines de metáfora porque sinceramente creo que nada se le ha escapado al 2006. Y poco importa si esto es críptico o tríptico, un monstruo de tres largas patas con la primera en la infancia, la segunda en un avión cualquiera y la tercera empantanada en algo que no funciona ni va a funcionar jamás por más que yo quisiera que y todas las consideraciones románticas del caso. Porque andá a saber si es mejor caer en hidromurias que en mesetas, algo como el avión llegando a Madrid, percusión y ritos tribales, temor de generar expectativas, miedo de avalancha.

Jesús sabía muy bien que la acción sigue naturalmente al pensamiento. Lo mío continúa y continuará oscilando. Sé muy bien que entre sístoles y diástoles me voy moviendo como una especie de pre-vómito, esperando la gran eclosión que ahora parece segura pero mañana quién sabe, el eructo cavernícola que desde Uruguay me mande directamente a Francia. Pero cuando ya estoy decidido, empieza lo otro, cuando cierro los ojos y vagamente vuelvo a recordar mis rutinas, las librerías y disquerías, algunas estaciones de metro, mis plazas y cines y cafés preferidos, casi sin darme cuenta empiezo a trenzarme de los pelos con el tiempo y lo que es escapismo termina siendo confrontación, porque la puerta Francia se abre y en el vano de repente aparece lo aquí innombrable como una especie de peaje carontiano y temible y yo bajo los ojos y me quedo inmóvil como un gran pez encandilado. Debo de estar viejo ya, y la vida, lo que hoy llamo vida, no es el largo buche de agua que creía hace tiempo. (¿Hace cuántos años? ¿Catorce? ¿Cuando todavía había inocencia?) Ahora parece ser más bien viento y guirnaldas, calor decimonónico, búsqueda de la pieza que falta (aceptación previa de que algo preciado falta), una mano metiendo una carta en un sobre, el café sobre el escritorio, alguna canción conocida de memoria, la garúa más allá de la ventana.

Pero la aceptación de la carencia es indistinta de la aceptación de una centuria o del orden hermético de los coleópteros. ¿Ansia de Logos o de útero? Todos, en definitiva, queremos un porqué; saber, entender, trazar un puente entre el yo y el otro. En cierta medida ese también es un peaje, no tan carontiano pero igualmente inevitable. Y sin embargo el porqué que yo quiero no es alcanzable.

Beccaria es toque de queda. ¿Futuro? Paseos en hipógrifos o desenlaces al mejor estilo cuna de Newton. ¿Pasado? Pena enorme para un mono imbécil con pretensiones de valores globales. Un amigo muy querido siempre me ha comentado que cualquier hueco puede cubrirse con música, libros, un par de botellas de vino o una cantidad lo suficientemente generosa de enduido y paciencia. Mi pobre vista se pierde en lunas apagadas y aliento a alcohol, huecos, noches con huecos, la memoria como un colador y una mano que apaga la veladora. En Blackburn eran cuatro mil los huecos y Lennon confirmó que en vez de cubrirlos llenaba el Albert Hall con ellos. El cómputo de otros huecos sigue y seguirá siendo desconocido. Imposible cubrirlos entonces. Carretera y avión. Siembra. Conclusión inevitable.

All that is now / All that is gone / All that’s to come / And everything under the sun is in tune / But the sun is eclipsed by the moon
Javier CoutoJavier Couto (Montevideo, 1974) es narrador. En 2010 obtuvo una mención de honor por Voces (cuentos) en el XVII Premio Nacional de Narrativa “Narradores de la Banda Oriental”. Su novela Thot fue finalista del Premio Minotauro 2013 (Editorial Planeta). En 2014 obtuvo una mención de honor con su libro de cuentos Del otro lado, en el Concurso Literario Juan Carlos Onetti 2014 y la primera mención en el Concurso Internacional de cuentos Julio Cortázar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pepe Corvina, duele casi tanto como El olor a leña Bobby