Habían sido seis años de adolescencia atrasada, de hacer el amor como gatos, refugiándose en las azoteas, en los rincones oscuros, en las hamacas paraguayas. Años que cubrían un casamiento que don Hugo, con una salud desmejorada inexplicablemente en cuestión de meses, intentó impedir a toda costa, más allá de los intentos estériles de Santiago por ser aceptado.
Seis años que Santiago Strada había vivido, sin que Sol lo supiera, como si se tratase de una libertad condicional o un veranillo, casi esperando el momento en el que apareciera algo para arruinar todo, convencido ahora de que ese algo había sido un ultimátum tanto como podría haber sido una singular carambola astrológica o levantarse una mañana y sin saber muy bien por qué rascarse la cabeza y darse cuenta de que todo se había terminado y que no había mucho más para rescatar, esa clase de desventuras que le pueden ocurrir a cualquiera.
Seis años que Santiago Strada había vivido, sin que Sol lo supiera, como si se tratase de una libertad condicional o un veranillo, casi esperando el momento en el que apareciera algo para arruinar todo, convencido ahora de que ese algo había sido un ultimátum tanto como podría haber sido una singular carambola astrológica o levantarse una mañana y sin saber muy bien por qué rascarse la cabeza y darse cuenta de que todo se había terminado y que no había mucho más para rescatar, esa clase de desventuras que le pueden ocurrir a cualquiera.
1 comentario:
carambola astrológica
siempre hay algo de eso
pero no se cual es el porcentaje de acierto
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