Fumando en la oscuridad desde las cinco de la mañana, Santiago Strada rememoraba la pesadilla en todos sus claroscuros, la gallina colgando, el patio misteriosamente insonoro, ensimismado, la voz de Sol como de Apocalipsis en tiempos de Torquemada. Cada vez que respiraba profundamente, se materializaban en la penumbra residuos de sueño y volvía a sentir la cerrazón en el pecho, el garfio incrustado en el plexo solar. Entonces pitaba angustiosamente el cigarrillo y se decía que la única respuesta posible era que la gallina estuviera viva.
En el equipo de audio hacía dos horas que se repetía el rondó de la Patética, licuando el aire viciado de la pieza, la pesadumbre en humo que llenaba los rincones, asfixiándolos. Desde la calle llegaban los ruidos de la primera mañana, los automóviles, los ómnibus, algún perro ladrando a lo lejos. Se oía el viento en los árboles. «Pero entonces la gallina estaba viva», se alentó una vez más.
Se decidió a pasar al allegretto de la Tempestad al mismo tiempo que comenzaba un nuevo cigarrillo, recordando que se cumplían dos semanas de la ruptura con Sol.
Siguió así una hora más, murmurando de a ratos que la gallina estaba viva, hasta que, apelando a exorcismos que sólo los innombrables comprenden, se convenció de devolverle el equipo de audio a Mónica Baraka e ir a buscar sus cosas a lo de Sol.
En el equipo de audio hacía dos horas que se repetía el rondó de la Patética, licuando el aire viciado de la pieza, la pesadumbre en humo que llenaba los rincones, asfixiándolos. Desde la calle llegaban los ruidos de la primera mañana, los automóviles, los ómnibus, algún perro ladrando a lo lejos. Se oía el viento en los árboles. «Pero entonces la gallina estaba viva», se alentó una vez más.
Se decidió a pasar al allegretto de la Tempestad al mismo tiempo que comenzaba un nuevo cigarrillo, recordando que se cumplían dos semanas de la ruptura con Sol.
Siguió así una hora más, murmurando de a ratos que la gallina estaba viva, hasta que, apelando a exorcismos que sólo los innombrables comprenden, se convenció de devolverle el equipo de audio a Mónica Baraka e ir a buscar sus cosas a lo de Sol.
4 comentarios:
como puede una gallina
seguir corriendo sin cabeza
nunca entendí
Es terrible tener que devolver el equipo de audio a Mónica Baraka.
entienda, basilia, que hay gallinas apuradas y otras descendientes de Saint Denis
por lo demás, doy fe de que Mónica Baraka existe, aunque diluida en dos mujeres diferentes
Pose ta douce tête sur mes genoux, raconte-moi
Qu'il y a un grand navire, Jacques, tout seul, sur la mer;
N'oublie pas de me dire que ses lumières ont froid
Et que se vêtements de toile font rire l'hiver.
...
Dans le cabaret près du fleuve il y a de vieux orphelins
Qui chantent parce que le silence de leurs âmes leur fait peur.
Debout sur le seuil d'or de la maison des heures
L'ombre fait le signe de la croix sur le pain et le vin.
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